Desde el momento en que el espermatozoide fecunda el óvulo, se experimenta en la mujer una serie de cambios, tanto físicos como emocionales y funcionales, que no demuestran otra cosa que no sea la perfección del funcionamiento del cuerpo humano, adaptándose para la gestación de una nueva vida.
Todos estos cambios van a requerir unas demandas nutritivas necesarias para el desarrollo de la nueva vida que se está formando dentro del cuerpo de la gestante y unas atenciones emocionales que deben proporcionar el equilibrio a la mujer durante los nueve meses de embarazo.
Durante la gestación se van a producir cambios físicos y cambios psíquicos, entre los primeros nos encontraríamos la pérdida de la menstruación, el aumento de peso, con todo lo que ello trae consigo y aumento del volumen de sangre entre otros y entre los segundos hablaríamos de una cierta tendencia a la depresión y a la irascibilidad. Todo ello no es gratuito ni casual, se debe a la acción de las hormonas que durante el embarazo segregan ingentes cantidades de estrógeno y progesterona provocando este nuevo escenario.
Los cambios más importantes que se producen durante la gestación serían los siguientes:
Entre el primer día de embarazo y el parto, lo normal es que la mujer aumente entre 10 y 12 kilos debido al crecimiento del feto y la placenta, aumento de las glándulas mamarias, mayor volumen de sangre y aumento de la grasa corporal. En ocasiones, puede contribuir al aumento de peso la retención de líquidos que es normal que aparezca durante el embarazo y que se pierde a las pocas semanas del parto. Este aumento de peso provoca en muchas ocasiones dolores de espalda.
Es uno de los primeros síntomas del embarazo, debido al cambio hormonal preparándose para la futura lactancia. Este aumento se debe a la mayor concentración de grasa y de sangre, lo que se traduce en la aparición de arterias y venas azuladas y a la posible aparición de estrías por el volumen. Los pezones y las aureolas también aumentan de tamaño, provocando malestar y ciertos picores.
Durante la gestación, el volumen de la sangre aumenta entre un 30 y un 50%. Esto provoca que la concentración de hemoglobina sea más baja lo que se traduce en una anemia por dilución, llevando al final del embarazo una anemia por deficiencia de hierro, por lo que se deberán controlar estos niveles constantemente.
Desde los primeros días de gestación y debido al aumento de la progesterona, se relaja el músculo del útero para permitir el crecimiento del feto lo que hace disminuir la movilidad gastrointestinal para permitir una mejor absorción de los alimentos pero provocando, a su vez, una serie de contraindicaciones como acidez, regurgitación, náuseas y vómitos y estreñimiento. En estos casos lo recomendable es comer poca cantidad muchas veces al día, ingerir alimentos blandos como cremas y sopas, no acostarse hasta pasadas, al menos, dos horas después de comer.
Durante los seis primeros meses de gestación aumenta el ritmo cardiaco y disminuye la tensión arterial, normalizándose esta situación durante el tercer trimestre. Al aumentar el número de latidos por minuto en un 30% aproximadamente, también aumenta el número de inspiraciones en el sistema respiratorio, provocando, a su vez, que el cansancio aumente con muy poco esfuerzo. Esto sería una anomalía en una mujer que no estuviera embarazada, pero durante la gestación es normal que ocurra, por lo que no se deberán tomar medidas. Gran parte del flujo sanguíneo se concentra en el feto, lo que provoca hinchazón tanto de las manos como de los pies.
Aumenta la sensación de agotamiento y la somnolencia, debido al gran aumento de los niveles de progesterona. Contrasta esta situación con las dificultades para dormir y descansar correctamente, debido, sobre todo, al aumento de peso y a la descompensación por el crecimiento del feto que impide una posición cómoda de descanso, por lo que es recomendable baños de agua tibia para relajar y realizar algunos ejercicios adecuados para embarazadas.
En definitiva, todos estos cambios y otros muchos menos evidentes, como el aumento de glucosa en la sangre y la dificultad para eliminar el calcio ya que el feto precisa y absorbe una gran cantidad de este mineral, deben ser controlados por facultativos para que sus niveles se encuentren dentro de los parámetros.
Una vida saludable y una alimentación equilibrada con las recomendaciones pertinentes ya que las necesidades nutricionales cambian drásticamente, si bien no en cantidad sí en matices, ayudarán enormemente a mantener un adecuado equilibrio tanto físico como psíquico.
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