En la entrada de este mes vamos a ver cómo podemos utilizar una actividad deportiva como la natación dentro de un programa de rehabilitación. Para ello será imprescindible adaptar la técnica y el estilo escogido durante la rehabilitación a las características de la lesión que queremos recuperar.
Este tipo de tratamiento no suele ser único, es decir, que aunque se proponga el uso de la natación como herramienta de rehabilitación, se deberá acompañar de un tratamiento en seco (o sea, fuera del agua). Estos, al ser complementarios, ayudarán a mejorar la rehabilitación, tanto en la calidad del tratamiento como en la evolución de la lesión, reduciendo el tiempo de recuperación.
Es bien sabido que el ejercicio físico dentro del agua aporta un gran número de beneficios a nuestro cuerpo. El principal es la reducción del peso corporal, facilitando la movilidad y permitiendo al paciente poder realizar movimientos que fuera del agua no se podrían realizar.
La natación es uno de los deportes más completos que existen. Por sus características, si se realiza de manera adecuada, se pueden conseguir beneficios tanto a nivel de fuerza como a nivel cardiorespiratorio.
Dentro de la natación encontramos 4 estilos bien definidos:
Para poder utilizar la natación como herramienta terapéutica en un proceso de rehabilitación es importante conocer al menos los estilos de crol (el más común) y espalda (el más fácil). El motivo es muy simple: si no ejecutamos bien la técnica o no sabemos desplazarnos por el agua de manera segura, estaremos poniendo en riesgo el proceso de recuperación e, incluso, podemos agravar más la lesión. Debido a esto, es posible que antes de empezar un programa de natación terapéutica, el paciente deba familiarizarse con el medio acuático.
La utilización de la natación terapéutica se basa en la idea de mejorar las alteraciones, desviaciones, lesiones de la columna vertebral, articulaciones, extremidades y enfermedades crónicas, utilizando ejercicios básicos acuáticos, siempre adaptándolos a las peculiaridades de la patología y del paciente.
Estas peculiaridades son las que determinaran si es necesaria una adaptación del estilo (realizando desplazamientos en diferentes posiciones); si necesita de la ayuda de material auxiliar (tabla, churro, aletas…).
Antes de conocer las patologías que se pueden beneficiar de la natación terapéutica, es necesario remarcar que será quizá más determinante la edad de la persona que la patología a tratar ya que no tendrá ni el mismo pronóstico ni el mismo objetivo, ni los mismos ejercicios a realizar.
Un claro ejemplo de lo anterior explicado seria una rehabilitación para escoliosis. Teniendo en cuenta que la escoliosis es una deformación, en un niño o adolescente tendrá probablemente mejor evolución que en una persona adulta.
La columna vertebral quedará dividida en dos ámbitos de acción:
El trabajo principal dentro de estos dos ámbitos será el refuerzo muscular, para tratar cervicalgias, lumbalgias, hernias discales, procesos degenerativos de la columna… y evitar las descompensaciones que pudiera provocar la existencia de deformaciones. Este trabajo de mejora de la musculatura estrá acompañado siempre de un trabajo de mejora de la flexibilidad.
En cuanto a extremidades, las más beneficiadas de esta terapia serán las inferiores ya que al eliminar el impacto las personas con procesos degenerativos (artrosis, artritis, osteoporosis) podan y trabajar la fuerza y la movilidad de manera segura.
Los pacientes con asma también son candidatos a realizar terapia con natación. Esto les ayudará a fortalecer los músculos implicados en la respiración. La única condición a seguir es que el aire expulsado sea con la boca dentro del agua.
Para finalizar esta entrada, recordaros siempre seguir las indicaciones de un profesional cualificado, evitar las actividades que provoquen un aumento del dolor y sobretodo, ser pacientes con la recuperación de las lesiones.
¿Te han prescrito alguna vez natación durante un proceso de rehabilitación? ¡Explícanoslo!
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