Aprender a ser asertivos con mindfulness
En la bibliografía y la literatura científica hace tiempo que se impuso el término asertividad, entendida como la capacidad para expresar libremente la opinión. El terapeuta estadounidense Andrew Salter fue uno de los primeros en considerar la asertividad como un rasgo de la personalidad y la definió como la expresión de los derechos y sentimientos personales, por lo que cada persona podía llegar a ser asertiva en un momento determinado, mientras que en otros podía resultar completamente ineficaz en este aspecto.
Sin embargo, Salter y otros investigadores posteriores llegaron a la conclusión de que aquellas personas con un alto grado de autoestima suelen desarrollar un mayor nivel de asertividad, por lo que el nivel de esta dependerá del carácter del individuo, de la confianza en sí mismo y de sus habilidades sociales. Y de todo ello se dedujo que la asertividad, entendida como un elemento más del carácter, puede llegar a ser entrenada y mejorada.
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Características de la asertividad
En las últimas décadas del siglo pasado se implementaron los primeros tests conductuales de asertividad, al que se añadió posteriormente el test conductual de asertividad para personas deprimidas. Las investigaciones realizadas en los últimos años han dejado claro que el nivel de asertividad de cada persona depende en buena medida de la cultura contextual y la situación inmediata.
Una persona asertiva manifiesta un criterio propio, sabe expresarlo y argumentarlo y comprende el de los demás, por lo que también sabe expresar sentimientos y emociones y entender los que se manifiestan ante él. Como vemos, la asertividad es una capacidad del carácter muy relacionada con la empatía y muy alejada de la agresividad verbal o gestual o de la imposición, algo que todos los autores destacan con mucho énfasis.
Pero también debemos tener en cuenta que la asertividad no es un elemento innato e inmutable que no pueda ser ampliado y mejorado, sino que puede ser aprendido y entrenado mediante el razonamiento, la liberación de los prejuicios y la interacción con los demás.
Cómo fomentar la asertividad
La asertividad en el entorno familiar o laboral comienza por las siguientes actitudes:
- Sustituir los elementos negativos que en ocasiones nos invaden respecto a nosotros mismos cuando intentamos exponer nuestro criterio, pues tenemos derecho a ello.
- Aceptar que nadie, ni nuestros seres más cercanos, es capaz de leer nuestra mente ni saber lo que de verdad pensamos si no lo decimos.
- Olvidar que existen verdades absolutas, pues todas las verdades son relativas.
- Recordar siempre cuál es la finalidad de nuestra exposición o explicación.
- Ser específico, sin ambigüedades ni divagaciones.
- Atenerse a hechos concretos y no a juicios de valor.
- Argumentar y explicar sin necesidad de recurrir a comparaciones o a circunstancias anteriores.
- Opinar en función de los sentimientos propios.
- Describir lo que se siente sin mezclarlo con asuntos que en ese momento no revisten importancia.
- Moderar la expresión gestual para que quien escucha no se sienta agredido.
Todo lo anterior puede resultar aparentemente sencillo de llevar a la práctica, pero los condicionantes de la vida diaria a los que todos estamos sujetos nos impiden muchas veces mantener la actitud deseada, con los problemas derivados de autoestima e interacción que ello implica. Así, el aumento de la concentración mediante el mindfulness supondrá también ser conscientes de nuestros derechos y nuestros criterios y darnos la capacidad de expresarlos con claridad, firmeza y decisión.
Es sabido que un paciente necesita creer en aquello que su médico o terapeuta le está diciendo, pero nunca podrá hacerlo si detecta inseguridad, ambigüedad y falta de confianza en lo que él mismo afirma. Si queremos que crean en nosotros, debemos comenzar por creer en nosotros mismos, pues solo así lograremos que el paciente se sienta seguro, confiado y dispuesto a seguir el tratamiento que hayamos establecido. La confianza que el paciente deposita en su médico o terapeuta debe ser completa y sin fisuras, por lo que este debe mostrar en todo momento una actitud asertiva, empática y convincente.
En definitiva, la asertividad puede ser aprendida y entrenada mediante la atención plena, la concentración y la autoestima, todos ellos beneficios que el mindfulness aporta y que revierten en nuestra mejora en todos los ámbitos de nuestra vida: a nivel profesional, en el bienestar personal y en general en nuestra interacción con los demás.