La motivación es uno de los motores fundamentales de la autorrealización y del desarrollo personal y profesional.
No debemos perder de vista que mantener el mindfulness en ocasiones puede ser difícil; la vida cotidiana, la rutina y el piloto automático tienden a imponerse en medio del trasiego y las prisas que caracterizan el día a día. Fortificar los hábitos que hemos desarrollado en el punto anterior es una tarea que requiere esfuerzo y que, en muchos momentos, puede darnos pereza haciéndonos poco a poco abandonar aquello que sabemos que nos hace bien pero que no podemos mantener por una serie oportuna de excusas que iremos interponiendo para justificarnos. Por todo ello es indispensable estar motivado, entender que hacer ese esfuerzo que a veces nos cuesta es invertir en felicidad y en calidad de vida.
Ten presente que, a nivel interno, la motivación es un estado que nos activa y nos dirige hacia un objetivo manteniendo nuestras conductas alineadas en esa dirección. Así pues, la idea es tomar consciencia de la práctica para motivarnos por el mero placer de entrenarnos en la atención plena (motivación intrínseca) o por la búsqueda de un estado emocional preciso que sabemos que la práctica nos puede aportar (motivación extrínseca).
Existen varios hábitos sencillos del día a día que nos ayudarán a mantener el ritmo de la práctica del mindfulness:
Si buscas espacios de respiración durante el día recuperarás la atención y la concentración en el aquí y ahora. Así desactivarás los patrones reactivos del cerebro y podrás responder de manera sabia ante tus pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones a lo largo del día.
Trata de aceptar con conciencia abierta todos tus sentimientos y pensamientos, aunque sean dolorosos. Así, desaparecerán tus reacciones automáticas y transformarás el conjunto de reacciones en un conjunto de oportunidades.
Cualquier actividad física puede ayudarte a entrenar la atención. Sal a pasear, camina, monta en bicicleta, ve al yoga. Sé plenamente consciente de tu cuerpo mientras realizas cada actividad. Respira siguiendo el ritmo de tus movimientos y presta plena atención a tus sensaciones corporales.
Para poder gestionar nuestras emociones debemos comprenderlas, para lo que tenemos que observarlas, prestar atención y ser conscientes de las mismas. Recuerda que ser plenamente consciente de nuestras emociones conlleva observarlas con una curiosidad amistosa y, sobre todo, no juzgarnos por tenerlas.
Trata de incentivar hábitos saludables. Llevar una dieta equilibrada, realizar ejercicio, dormir bien... son mecanismos para entrenar la amabilidad y la compasión hacia uno mismo. Responsabilízate de tu propio cuidado. Así tendrás más energía, pensarás con más claridad y podrás tomar mejores decisiones. Recuerda que eres tú quien decide si quiere tener más o menos experiencias positivas.
Piensa profundamente en lo que quieres de la vida y detecta los mecanismos mentales que sabotean tu propósito. No te quedes con ellos, obsérvalos pasar y céntrate en lo que quieres alcanzar, sin miedo, sin negación y sin evitación.
Para sellar tu compromiso con el mindfulness, te proponemos a continuación un ejercicio final para encontrar una razón positiva para seguir practicando:
Con este ejercicio, si te lo propones, podrás continuar el camino de la atención plena y la interiorización.
El estrés es uno de los trastornos más comunes en las sociedades actuales, en el mindfulness puedes encontrar un gran aliado para superarlo.
El life coaching se enfoca en una de las ramas del coaching y se enfoca a nuestras habilidades propias, trazando estrategias hacia el cambio personal.
A través del mindfulness podemos aumentar la confianza en uno mismo y la autoestima, hecho que nos lleva también a desarrollar asertividad y mejorar nuestra comunicación.
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