Qué son y cómo tratar los trastornos de ansiedad en pediatría
Todos tarde o temprano, sentimos ansiedad en distinta medida y en diferentes momentos de nuestra vida, por ejemplo ante una respuesta al estrés, la ansiedad que lleva tras de sí problemas, es la que seguro que empeora con el tiempo.
La angustia y la ansiedad aparecen en el niño ante situaciones que impliquen riesgo, peligro o compromiso, teniendo una función defensiva: por lo que, es un fenómeno normal que ayuda a alertar al niño frente posibles peligros que pueda verse involucrado. Por ello, debe distinguirse la angustia normal de la que realmente es patológica, teniendo en cuenta sobretodo la edad del niño, ya que muchas reacciones que en el adulto implican un diagnostico diferencial, en el niño son expresiones de su etapa evolutiva, que no debemos categorizarlas como tal. Podríamos explicar algunos de los más conocidos entre todos los que tenemos pequeños en casa o cerca o simplemente recordando nuestra infancia, y es que a medida que los niños crecen, hay momentos en los que sienten miedo o perciben el peligro: la oscuridad, los monstruos o el miedo a caerse de la bicicleta son algunos de los ejemplos que suponen las primeras experiencias de ansiedad. Para otros niños, estos sentimientos aparecen en situaciones sociales y de evaluación, como al hacer un examen, al conocer a otros niños o al ser objeto de una broma realmente pesada.
Entonces, ¿cuál es la ansiedad “peligrosa” de la que los padres/tutores deberíamos preocuparnos?, pues bien, la ansiedad patológica consiste en una reacción ante un estímulo amenazante pero en la que aparece una sensación de malestar intenso, sin causa objetiva que lo justifique, que se acompaña de sentimientos de aprensión, miedo a volverse loco, a morir o a realizar un acto incontrolable. Las respuestas de ansiedad incluyen síntomas muy típicos como es la inquietud psicomotriz, desasosiego, taquicardia, taquipnea y a largo plazo, daños en el desarrollo de la autoestima, del funcionamiento interpersonal y en la adaptación social.
Existen diferentes ansiedades en el niño de carácter patológica, que se podrían clasificar en las siguientes:
Trastorno de ansiedad de separación
Consiste en la ansiedad excesiva que experimenta el niño al separarse de los padres o de aquellas personas con quien está especialmente unido. Se diagnostica cuando la ansiedad es muy intensa o desproporcionada para la edad del niño, cuando interfiere en su vida normal y permanece al menos dos semanas. La edad de comienzo habitual es antes de los 6 años, siendo muy raro su inicio en la adolescencia. El riesgo de tener este trastorno aumenta en presencia de estresores, como: cambios de escuela, fallecimiento de algún familiar, desastres naturales, patología psiquiátrica en personas de apego y en niños con retraso mental o problemas de aprendizaje.
Trastorno de rivalidad entre hermanos
La mayoría de los niños pequeños pueden presentar alteraciones en los meses posteriores al nacimiento de un hermano. Este trastorno se diagnostica cuando existe un grado importante de perturbación emocional con sentimientos negativos anormalmente intensos, expresados en forma de rabietas, agresiones físicas, hostilidad o infamias hacia el hermano. Puede acompañarse de regresiones con pérdida de capacidades que ya habían sido definidas, como por ejemplo el control de esfínteres, imitación del bebé, confrontación con los padres, tristeza, aislamiento social, trastornos del sueño o llamadas de atención hacia los padres.
Trastorno por hipersensibilidad social en la infancia
El síntoma es la presencia de un temor persistente o muy recurrente con tendencia del niño a evitar el contacto con personas que son desconocidas, repercutiendo de manera significativa en las relaciones con compañeros y en la vida social del niño. Suele acompañarse de una necesidad de tener relaciones personales con familiares y amigos, siendo éstas entrañables y satisfactorias para el niño.
Fobia específica
Se presenta como un miedo excesivo y persistente o recurrente a un estímulo circunscrito (objeto, entorno o situación) distinto de la angustia de separación y del miedo a desconocidos. Presenta una marcada especificidad para la etapa evolutiva del niño o adolescente, pero en un grado anormalmente intenso y asociado a un deterioro significativo de las actividades del niño con duración mayor a cuatro semanas. La posibilidad de entrar en contacto con el estímulo fobógeno se acompaña de intensa ansiedad anticipatoria, por lo que el niño tiende a evitarlo. A diferencia de los adultos, los niños no suelen reconocer que sus temores son excesivos o irracionales y rara vez expresan malestar por la fobia.
Las fobias más características en la infancia, aparte de la fobia escolar, son: a la oscuridad (50% del total), a animales (25% del total), a accidentes, enfermedades, exámenes, fracaso escolar, películas determinadas, monstruos, tormentas, alturas, agujas o espacios cerrados (claustrofobia)(1,3,7).
Fobia escolar
Consiste en la aparición de un miedo o temor irracional a acudir a la escuela que se traduce en un absentismo a clase total o parcial. Los padres parecen razonablemente preocupados por asegurar la asistencia escolar, a diferencia de los casos que son ya negligencias.
Generalmente, empieza de forma progresiva, agravándose el problema a lo largo de semanas o meses; salvo en niños más pequeños, en los que la aparición del cuadro puede ser más aguda.
Fobia social
Este trastorno se define como la ansiedad persistente y excesiva ante situaciones sociales en que el niño o adolescente se expone a la crítica ante desconocidos, provocando retraimiento y/o miedo ante estas situaciones y el consiguiente aislamiento social durante más de seis meses. Incluye el temor a hablar, comer o escribir en público o ir a fiestas. Es frecuente que se asocie a bajo autoconcepto y miedo a las críticas. Suele comenzar en la adolescencia, entre los 14 y 17 años. En niños pequeños puede manifestarse en forma de llanto, tartamudez, aferramiento a familiares cercanos, abstención de mantener relaciones con los demás hasta llegar incluso al mutismo. En niños mayores puede mostrarse como temor a ruborizarse, tener temblor de manos, náuseas, necesidad de micción imperiosa, rehusar participar en juegos de equipo, mantenerse en segunda posición en las actividades sociales, disminución en la participación en clase o evitar citas adecuadas a su edad.
Trastorno de pánico
Se caracteriza por la presencia de crisis recurrentes y espontáneas de ansiedad grave no limitadas a ninguna situación o conjunto de circunstancias, por lo que son imprevisibles. Es frecuente que debido a la repetición de las crisis en el tiempo desarrollen conductas de evitación o el desarrollo de una ansiedad anticipatoria.
Trastorno de ansiedad generalizada
La sintomatología consiste en una ansiedad y preocupaciones excesivas y persistentes, ante la vida en general, la mayor parte de los días, que se prolonga durante un periodo de al menos seis meses y que interfiere en su funcionamiento familiar, social y escolar. Estos niños pueden mostrarse perfeccionistas, inseguros de sí mismos e inclinados a repetir sus trabajos por una excesiva insatisfacción y perseguir la aprobación constante de los demás.
Trastorno obsesivo-compulsivo
Suele comenzar en la infancia y adolescencia, teniendo un curso variable con tendencia a la cronicidad, son niños con pensamientos e ideas obsesivas.
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno que surge como respuesta tardía o diferida a un acontecimiento estresante o a una situación de naturaleza amenazante o catastrófica.
El tratamiento que ha mostrado mejores resultados en Trastornos de Ansiedad en general y en población infanto-juvenil es la Terapia Cognitivo Conductual.
Identificar y delimitar los trastornos de ansiedad en la infancia puede ser una tarea difícil ya que, la dificultad que presentan los niños para expresarse es bastante conflictiva. Pero, podemos hacernos estas preguntas para conocer y saber si realmente nuestro pequeño está teniendo algún tipo de trastorno que hemos comentado en este artículo:
¿Tu hijo/a se inquieta demasiado al separarse de ti, al ir a la escuela o por hechos que aún no han ocurrido? ¿Repite frecuentemente “qué pasaría si…?” ¿Dice sentirse aislado y solo? ¿Tiene miedo a que algo salga mal?
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