La ética del yoga

Tabla de contenidos
Las regulaciones del yoga
Los cinco yama o regulaciones son: ahimsa (no violencia), satya (veracidad), asteya (no apropiación), brahmacharya (moderación) y aparigraha (no acumulación), constituyen el primer peldaño del Astanga Yoga, representando la base de la conducta moral que el adepto del yoga debe respetar.
Es evidente que la conducta que proponen guarda relación con la interacción con otras personas, pero a la vez también hacia uno mismo, en el día a día y en la práctica del yoga. Es poco probable que alguien sea sincero con los demás si se engaña a sí mismo.
Esto nos plantea un problema: cómo llevar a cabo estas conductas, que son preliminares de la práctica, cuando la mente está llena de impurezas de las que inicialmente el practicante no sabe cómo liberarse, ni tiene herramientas para ello. Dicho de otro modo, ¿podrá aplicar alguien que vive inmerso en la violencia, maltratándose a sí mismo o a los demás (física o mentalmente), el precepto de la no violencia cuando solo significa para él una prerrogativa vacía de vivencias que lo respalden?
La solución reviste un tinte paradójico. Si bien al iniciar la senda del yoga hay que aprender conceptualmente estos principios e intentar llevarlos a cabo de modo imperativo, es poco probable que se comprendan con total profundidad y puedan vivirse como algo que emana desde el sí mismo. Esto solo se producirá cuando se alcance cierto nivel de realización. Lo que al principio solo son ideales y normas, con la práctica se convierten en un reflejo de un estadio interior que impregna todas las capas de la vida del practicante.
La no violencia
Como ejemplo de yama, profundizaremos en Ahimsa (la no violencia). La idea fundamental que encierra este precepto se fundamenta en el concepto de no causar daño que impregna a los otros yama. En realidad parte de un proceso de respeto, comprensión y empatía. El no realizado vive en la ignorancia y sus actos así lo reflejan. La no violencia nos ha de enseñar a comprender esta realidad, y por tanto a alejarse de infligir dolor, que es producto de la ignorancia e impide la realización. El practicante no debe creer que la única forma de conseguirlo es apartarse de aquello que puede ser conflictivo, o, una vez dentro del conflicto, optar por una actitud sumisa. Esto está completamente alejado de la idea de la no violencia.
Posiblemente lo que mejor explica la no violencia a este nivel es la frase del principal exponente de esta doctrina, Mahatma Gandhi, cuando dice: “Estoy dispuesto a morir por mis ideales, pero no a causar daño por ellos”. Esto quiere decir que uno no tiene que renunciar a sus valores bajo presión, pero tampoco perjudicar a aquellos que no los comparten. Probablemente, la mejor manera de iniciarse en la práctica de la no violencia es cultivar la amabilidad para con los demás y especialmente para con uno mismo.
Las disciplinas del yoga
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Niyama o disciplina:
Están centrados en organizar la vida del practicante en la línea del yoga, son una forma de autodisciplina, de autorregulación, y están conformados por una serie de actividades y hábitos de vida que facilitan la iluminación, por lo que en cierta forma se trata de los cuidados que tiene que hacer uno para con uno mismo. Estos niyama son cinco:
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Saucha (limpieza interna y externa):
Se trata de la limpieza meticulosa del cuerpo y del entorno, lo que produce pureza corporal que genera pureza mental. Así, este acto, que da conciencia de corporeidad y se concreta en el dominio de los órganos, lleva a una higiene de los pensamientos, que aparecen como más nobles. La pureza entonces se instala como luminosidad, que el practicante emana.
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Santosha (contentamiento y satisfacción):
El practicante ha de cultivar una actitud positiva frente a las circunstancias. Es una satisfacción que implica aceptación de lo que tenemos, de no encontrar nada en falta. En cierta forma, santosha es una elección que el adepto hace, la elección de centrarse en la belleza intrínseca de lo observado, lo que le aporta luz.
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Tapas (ardiente esfuerzo):
Es el ardiente esfuerzo que hay que realizar para la consecución de la tarea, que implica purificación, autodisciplina y austeridad. El esfuerzo ha de ser consciente y deliberado, siendo la principal tarea del practicante quemar los deseos; entiéndase que el fuego tiene el simbolismo de transformación más que el de supresión. El esfuerzo aporta dignidad a la práctica, que deja de verse como producto de las capacidades personales innatas, para pasar a ser un producto de trabajo duro y la continuidad, esto último imprescindible para avanzar en el largo camino del yoga.
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Svadhyaya (estudio de uno mismo y de textos):
La idea es que mediante la utilización de textos, seleccionados previamente, el practicante obtenga conocimiento de sí mismo que le sirva para su desarrollo espiritual, y así consiga extraer lo mejor que hay en él. Claro está que esto no se refiere a la acumulación de conocimientos, sino a la interiorización del conocimiento, de tal forma que impacte y opere cambios profundos en el adepto.
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Ishvara pranidhana (entrega a lo divino):
Significa entregarse a Ishvara, al señor, a lo divino. Para Patanjali, de esta entrega surge la perfección del samadhi. Si la intención profunda no es recibir el fruto de las acciones, sino la entrega a lo divino, el ego se colapsa, el hombre se emancipa de su yo limitado y el egoísmo se desvanece, lo que permite que aparezcan sentimientos nobles de amor puro.
Tanto las regulaciones como las disciplinas de yama y niyama son la base sobre la que se asienta la práctica del yoga y a medida que el practicante avanza en este camino se convierte en un ejemplo de dichos preceptos.
¿Cuál de las regulaciones o disciplinas ha resonado más contigo? ¿Tienes la sensación que aplicar los Yama y niyama puede tener un efecto transformador tu visa?
Joan Bertran