En latín Ego significa “yo” y en Psicología fue Sigmund Freud quien por primera vez habló de este “yo” o “ego”, al desarrollar un modelo estructural sobre la psique humana en el cual la psique se fundamentaba sobre 3 conceptos fundamentales: el ello, el yo (ego) y el superyó.
Este modelo estructural dio lugar a la teoría del Psicoanálisis con la que Freud intentó explicar el funcionamiento psíquico humano y que ha sido una de las más grandes aportaciones de la Psicología a lo largo de la Historia.
El ego es esa instancia psíquica desde la cual construimos nuestra identidad basándonos tanto en los ideales que vienen del superyó como en los instintos que vienen de ello.
El ego es, por lo tanto, nuestro “mediador” interno entre ese ideal del superyó y nuestros instintos. Como puedes imaginar, su rol no es fácil de desempeñar, y mediar entre ambos no es algo que requiera de pocos esfuerzos, de ahí que su trabajo sea agotador y, de ahí, que a veces requiera de una energía excesiva para realizar su función.
A veces es nuestro propio ego quien nos esclaviza o nos debilita en el ejercicio de sus funciones, pero a veces también son los egos de los otros los que nos usan como suministros energéticos y nos agotan y debilitan en sus tareas.
El ego no es ni bueno ni malo, simplemente es necesario. Lo necesitamos para poder definirnos como personas, para poder defendernos, para poder afirmarnos ante los demás y ante la vida.
Por lo tanto, el ego no es un monstruo contra el cual tengamos que luchar y aniquilar ni tampoco es un abismo al cual tengamos que arrojarnos, cual narcisistas, para caer para siempre en él y quedarnos embelesados en la propia contemplación de nuestra imagen ideal.
Como dice la frase de Nietzsche con la cual empiezo este artículo, no nos convirtamos ni en el monstruo del ego contra el cual nos pasamos la vida luchando, ni en el abismo del ego en el cual permanecemos absortos en su contemplación.
Lo ideal es mantener una relación amorosa y de gratitud hacia él, una relación en la cual lo vamos cuidando y nutriendo sin excesos, sin prejuicios y siendo conscientes de su necesidad y de su función en nuestra vida, pero sin perder de vista que también tenemos que saber mediar con él para que no nos gobierne la vida y nos termine sometiendo.
En Psicología existe una teoría un tanto polémica y sobre la cual hay opiniones y visiones muy distintas, que se conoce como la teoría del agotamiento del ego. Respecto a esta teoría, ha habido en el pasado diversos estudios que la han apoyado y otros que la han cuestionado, sin que exista a día de hoy unanimidad o consenso.
Según esta teoría, nuestro ego hace uso de una energía psíquica importante con el fin de autorregularnos en nuestras interacciones con el exterior y con nuestros deseos y conflictos internos y externos.
El ego utiliza esta energía psíquica con el fin de conseguir nuestra autorregulación y, cuanta más necesidad de autorregularnos tengamos, más energía psíquica será empleada. Al no tener reservas ilimitadas de energía, es necesario que dosifiquemos bien en qué o con quién empleamos nuestra energía psíquica.
Cuando nuestra energía necesaria para llevar a cabo nuestra actividad mental diaria es baja, nuestra capacidad de autocontrol disminuye, lo que puede interpretarse como un estado de agotamiento de nuestro ego. Realizar una tarea agotadora puede disminuir la capacidad de autocontrol en una tarea posterior, aunque ambas tareas no guarden relación.
Para evitar esto, podemos adoptar unas sencillas pautas diarias que harán que consigas una mejora del cuidado de tu ego:
El life coaching se enfoca en una de las ramas del coaching y se enfoca a nuestras habilidades propias, trazando estrategias hacia el cambio personal.
¿Has reparado en la importancia de la pregunta para guiar todo el proceso de coaching? ¿Cómo piensas que es mejor enfocar las preguntas para que sean efectivas?
Cuando un cliente acude a un coach lo hace para mejorar, siempre enfocando hacia el futuro como una meta a mejorar. Mejorar su estado actual.
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