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El rol del profesor de taichí

El rol del profesor de taichí

Escrito por Joan Bertran

Al empezar la práctica del taichí, la mayoría de las personas se quedan cautivadas por él, descubren sus beneficios casi de inmediato y se quedan prendadas de los secretos de Oriente, de forma que a menudo se sienten impulsados a convertirse en profesores, realizar una formación de instructores y aprender para luego compartir.

Tratar de no idealizar la figura del profesor de taichí

Hay alumnos que desean cambiar su vida profesional y personal, dejarlo todo para dedicarse solo a la enseñanza del taichí y el chikung y enfocar su nueva vida hacia rumbos que se intuyen mejores, pero todo ello requiere pasión por el entrenamiento, vocación por la enseñanza, paciencia y constancia.

Al principio, el profesor puede sentir ansiedad a la hora de ponerse frente a un grupo de alumnos al que poder transmitir todo lo que sabe, lo que puede llevarle a buscar nuevas técnicas o movimientos impulsados por la sensación de no tener nada más que enseñar.

Esta actitud denota inseguridad en uno mismo, inmadurez en la práctica e inexperiencia en la enseñanza, lo que debe combatirse aceptando que los maestros serán también alumnos durante toda la vida, que nunca dejan de aprender y que a medida que aprenden también comparten con sus alumnos parte de la enseñanza que reciben.

Hay que saber que los alumnos que empiezan se encuentran frente a una materia totalmente desconocida y que se sienten perdidos, ya que hay demasiados conceptos nuevos e información que procesar, por lo que avanzan despacio.

La intención del profesor

También se debe conocer cuál es la intención del profesor al enseñar. Si el objetivo es que los alumnos sean impecables practicantes, antes o después llegará la etapa de frustración, pero si se contempla el taichí como un instrumento para ayudarles a vivir la vida mejor y de manera más consciente, el abanico de posibilidades se vuelve más rico.

Aunque la práctica diaria del maestro sea mucho más exigente, las clases deben adaptarse al grupo sin que esto frene la posibilidad de avance en los alumnos con más cualidades y expectativas. En ese momento desaparecerá la necesidad de enseñar demasiado rápido o de demostrar todo lo que se sabe, ya que el objetivo principal para el profesor será que el alumno comprenda e integre en su cuerpo, su corazón y su mente la idea del taichí: conectar con uno mismo y con los demás, disfrutando de una vida saludable, próspera y feliz.

Un aspecto importante del arte de enseñar es la capacidad de entrar en otro nivel al comenzar la clase, un nivel en el que las preocupaciones de uno mismo pasan a un segundo plano y en el que el profesor puede entregarse a los alumnos con más facilidad.

Una etapa muy creativa e interactiva para el profesor es cuando se muestra abierto y escucha preguntas a las que a veces no sabe qué responder, porque eso le inducirá a seguir aprendiendo. Conforme se va produciendo esta integración, la transmisión de algunas materias que hasta entonces eran difíciles de comunicar se vuelve más sencilla, la escucha aumenta y la enseñanza se vuelve más profunda.

Una evolución permanente

El taichí es evolución continua. Estar dispuesto al cambio es estarlo a aprender, evolucionar y crecer. Esto puede provocar a veces un rechazo a cambiar las convicciones, pero un acto de humildad es aceptar lo nuevo y cambiar lo que sea necesario, haciendo ver a los alumnos que nunca se termina de aprender. Y si son los alumnos quienes expresan resistencia al cambio, hay que darles herramientas para que ellos mismos puedan investigar y obtener conclusiones. Es importante animar siempre a los alumnos a experimentar y descubrir y a cuestionar las enseñanzas que va recibiendo.

Durante la clase hay que pedir a los alumnos que escuchen a su cuerpo y mantenerlos especialmente atentos para que no dejen de utilizar el sentido común. Es importante que cada persona conozca su cuerpo, sus posibilidades de movimiento y su capacidad de realizar un ejercicio de forma correcta sin llegar al agotamiento físico y psíquico.

Es fundamental basar el trabajo diario en la correcta ejecución de las posiciones, sobre todo al principio, para que el cuerpo se acomode y se acostumbre a la postura. Más adelante se podrán trabajar algunas secuencias para enlazarlas después y adentrarse en un aprendizaje que supone un trabajo de años.

Un momento clave para profesor y alumnos es el final de la clase, pues es el que algunos aprovechan para plantear pequeñas sugerencias o dudas. Hay que tener paciencia y dedicar unos minutos a escucharlos, a desarrollar la capacidad de ponerse en el lugar de los demás para sentir como ellos sienten, comprender mejor sus circunstancias y conocerlos un poco más.

¿Ha cambiado tu percepción del rol del profesor de taichí antes y después de leer este post? ¿Qué aspectos te han sorprendido?