Claves para enseñar yoga

Primero tenemos curiosidad y lo probamos, después nos enamoramos de la práctica del yoga y, quizás, con el tiempo surge el impulso de aprender más y poder transmitirlo a otras personas.
Existen manuales enciclopédicos que desarrollan el arte de la enseñanza del yoga. Sin embargo, a pesar de lo amplio del cometido, podemos apuntar algunas ideas clave que nos ayudarán. Una actitud que siempre nos debe acompañar es el convencimiento que, por muchos años que hayamos practicado, por muchos libros que hayamos estudiado, siempre nos quedará mucho por aprender. Y quizás, solo quizás, habrá algo que podamos enseñar.
El título en yoga no es el final de un camino, sino más bien el principio. El campo del yoga y todos los temas directamente relacionados (anatomía, ejercicios físicos, meditación, salud,…) son tan amplios que es habitual tener la sensación que nos falta mucho por aprender. Si es así, buena señal. Pues lo preocupante sería que creamos que ya lo sabemos todo y nos queda poco o nada por aprender.
Sin embargo, esta percepción de falta de conocimientos no debe ser un pretexto para paralizarnos. Nos puede quedar mucho por aprender, y está bien ser honestos con nosotros mismos y con los demás, pero a su vez debemos actuar con seguridad. Porque, al fin y al cabo, la actitud que mantengamos también se transmite y forma parte de nuestra enseñanza.
Principios básicos de la enseñanza
Teniendo presente que al enseñar partimos de lo que somos y lo que sabemos, podemos delinear algunos consejos útiles a la hora de enfrentarnos a la transmisión de los conocimientos del yoga:
• Expresemos todas nuestras dudas en el momento de aprender, no al enseñar. Y eso lo conseguiremos si nos ceñimos al sencillo principio de hablar de aquello que sabemos y evitar hablar de lo que no sabemos.
• Enseñar a través de la auto-observación. Es fundamental que los alumnos no dependan exclusivamente de nuestras indicaciones, sino que aprendan a tomar consciencia de sus acciones en la práctica del yoga.
• Tengamos presente que el aprendizaje es visual (demostración de la asana), verbal (explicaciones claras) y corporal (experiencia directa de la asana) y combinemos estas tres herramientas en la medida de nuestras posibilidades.
• Cuando conocemos a un nuevo alumno, algunas preguntas pertinentes que debemos plantearles son: ¿Has practicado antes? ¿Padeces alguna lesión o enfermedad?¿Realizas algún tipo de actividad física? Sin embargo, no confiemos que nos den una información completa, ya que muchas veces se tiende a quitar importancia a aspectos relevantes.
• Tener en cuenta que las palabras van más rápidas que las acciones. Si como profesores y profesoras hacemos las posturas, es más fácil coordinar la acción con el discurso. Si no hacemos las posturas está bien, pero debemos tener en cuenta que requiere mayor esfuerzo, y por lo tanto debemos poner mucha atención para evitar ir demasiado rápido.
• Tratemos de buscar las palabras adecuadas a través de nuestra experiencia, no porque nos las hemos aprendido de memoria, ya que será mucho más natural. Unas instrucciones mecánicas invitan a la dispersión, mientras que unas palabras auténticas ayudan a mantener la atención en la práctica.
• Cuando estamos dando una clase debemos tener presente que el yoga es eminentemente práctico, no estamos dando una conferencia. Si damos explicaciones extensas o teóricas, deben tener un propósito claro y útil (que no sea por nuestra necesidad de llenar los silencios o por lucimiento personal).
• La voz también juega un papel importante en tanto que el volumen sea audible pero no estridente y el tono evite la monotonía, evolucionando según los momentos de la sesión (no hablaremos igual en la fase inicial de calentamiento, los momentos más activos de la sesión y la relajación, por ejemplo).
• Mantener la mirada hacia los alumnos a lo largo de la clase y aprender a leer lo que nos dicen sus rostros y sus cuerpos nos ayudará a conducir la práctica de manera adecuada. Por ejemplo, es muy común que en alguna postura el alumno sienta dolor pero por orgullo no lo comunique.
• Estar vigilante tanto en el exceso de entusiasmo de un alumno, que puede llevarlo a lesionarse, como el miedo, que puede bloquearlo.
• Al corregir, en lugar de señalar los errores, expliquemos desde un enfoque positivo como podemos mejorar.
• Debemos combinar las instrucciones genéricas con las específicas, para quien las necesite, sin necesidad de dirigirnos continuamente a una persona en concreto.
• Así mismo debemos ser flexibles mentalmente, improvisar y adaptarnos a quienes tengamos delante.
Todo ello sin olvidar que el papel del profesor/a es limitado y que es la persona que practica quien tiene las sensaciones y debe aprender a interpretarlas.
Seguro que podríamos añadir algunos principios más que guíen la enseñanza. ¿Cuál propondrías? ¿Qué habilidades son las que valoras más en un monitor de yoga?
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