El yoga y la mitología hindú
La riqueza de la mitología hindú, llena de metáforas, historias e imágenes, aporta al yoga una importante amalgama de contenidos que son comprendidos por el practicante no como una lección abstracta de filosofía, sino como historias ricas en simbología.
Tabla de contenidos
La cosmovisión hindú aplicada al yoga
Lo primero que cabe apreciar en la cosmovisión hindú es la creación del mundo. Existen varios mitos relacionados con ello, procedentes de distintas épocas:
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El dios desgarrado.
Es el más antiguo de los mitos y aparece en el himno del Rig Veda, el “purusha sukta”. Describe la existencia de un gigante primigenio, Purusha, con mil cabezas y mil pies, sacrificado para crear el mundo. De sus fragmentos surge Viraj, lo creativo y femenino, y emana el mundo, la luna del soplo vital, el sol de los ojos, el cielo es su cráneo, y de la boca Indra y Agni. Pero también la jerarquía social: de la boca se forman los sacerdotes, de los brazos los guerreros, de los muslos los campesinos, de los pies los parias.
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El huevo cósmico.
Del útero de oro, que es el huevo cósmico, surge Prajaparti, solo en el universo. Después se diferenció en dos seres, marido y mujer; el aspecto macho persigue a la hembra, que va cambiando de apariencia, y de estas uniones nacen todos los seres.
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Flor de loto de Brahma.
Lo primero es el océano de causa material. Acostado sobre este océano está Visnú, la más grande de todas las formas, y cada átomo que respira es un universo. Cada universo es una esfera llena a medias de líquido. Sobre este universo está la serpiente divina, y sobre ella acostado está otra representación de Visnú. En su ombligo se forma un lago del que nace una flor de loto, de la cual, al abrirse, surge Brahma, que con su mente crea el mundo.
Concepción del tiempo
El tiempo se mide en función de Brahma. Un día de su existencia es el kalpa o ciclo básico y corresponde a 4.320.000.000 de años terrestres. El creador manifiesta el universo y otra vez lo absorbe. Los seres emanados en cada kalpa son maya (ilusión, apariencia, transitorio), y no hay diferencia entre el hombre y los animales. Esta ilusión genera apego en el hombre.
Cada kalpa se subdivide en 14 manvantaras, cada uno de los cuales es presidido por un manu, y a su vez cada manvantara se divide en 71 maha yugas, cada uno de los cuales está compuesto por 4 yugas o edades.
Durante la primera edad, satya yuga, de 1.728.000 años terrestres de duración, impera la verdad y la justicia, la humanidad se mantiene inocente y los hombres viven 100.000 años. La segunda edad es el treta yuga, de 1.296.000 años, y durante ella la verdad empieza a esconderse, solo se puede ver tres cuartas partes de ella, los humanos se vuelven más frágiles y solo alcanzan los 10.000 años. Dwapara yuga dura 864.000 años y representa la tercera edad; la verdad está ahora solo visible a medias y los hombres viven solo 1.000 años.
Finalmente está el kali yuga, edad caracterizada por la hipocresía y el conflicto, de 432.000 años de duración; solo se discierne una cuarta parte de la realidad última, los hombres apenas alcanzan los 100 años, es la confusión de las clases, el final de las normas y de las religiones; poco después el mundo será destruido por agua o por fuego. En la actualidad estamos en el kali yuga, que empieza, según la tradición, al estallar la guerra del Mahabharata el 3102 a.C.
El panteón hindú
El panteón hindú es innumerable; hay tantos dioses como necesidades. Uno de los fenómenos que ha facilitado esto es la plasticidad del hinduismo, que acepta la entrada de nuevos dioses o bien los convierte en avatares de los ya existentes. Así podemos ver que Jesucristo es considerado como un avatar de Krihsna en su aspecto compasivo; algo parecido pasa con Buda. De esta forma cualquier dios, profeta o sabio, aun sin ser hindú de origen, puede entrar a formar parte del corolario de deidades del hinduismo.
Además, este panteón tiene múltiples interpretaciones, dependiendo de la época y de la afiliación a un dios u otro. Es decir, se puede describir el panteón hindú relacionándolo con el período védico o bien con el período puránico, desde una perspectiva visnuista, shivaista, brahmanista…
Aunque esto pueda parecer inabarcable para el neófito, sin embargo podemos encontrar algunos puntos fundamentales del hinduismo. Como hilo conductor presente en todas las cosas está Brahman, como el uno absoluto, impersonal y neutro del que emana el resto. Es, por tanto, la esencia de todo, que trasciende todo, y su expresión como microcosmos es el atma. De Brahman emana Brahma, y junto a este último, formando la Trimurti, se encuentran Visnú y Shiva.
Posturas de yoga y mitología
La denominación de las asanas o posturas de yoga tiene diversas procedencias. Algunas están vinculadas a animales, otras a partes del cuerpo, a sensaciones, a plantas, a objetos y también a sabios y dioses. Centrándonos en su relación con los sabios y dioses, las asanas siguen la dinámica hindú, que transmite conocimiento, mediante una narrativa simbólica, explicando con ello múltiples aspectos como la creación del universo y del hombre, etc.
Así, la mitología nos sirve para tener una historia pasada que nos hace comprender múltiples aspectos de nuestras vidas. Aplicando esto al yoga, y más concretamente a las asanas, la mitología puede explicar cómo nace el yoga, la importancia de distintas partes del cuerpo, sensaciones que se experimentan, la geometría y las capacidades que se despiertan. Es decir, que la fusión de asana con mito aporta al adepto un potencial simbólico que trasciende las palabras para situar la práctica en una vivencia y no en una definición. Dicho de otra forma, la puesta en escena del mito transmite no solo información verbal, sino también contextual y simbólica, que permite una aproximación más real a la asana y a su práctica.